JERÓNIMO SAAVEDRA


Por Guillermo Núñez Pérez

 Tuve la oportunidad de escuchar a Jerónimo Saavedra recientemente, y la verdad es que sus palabras fueron, como siempre, sabias y clarificadoras a la hora de analizar la realidad en la que vivimos. Conozco a Jerónimo desde el año 1971, año en el que ingresé en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna como estudiante de primer curso. Desde entonces, siempre ha sido Jerónimo un referente fundamental en muchas aspectos, pero sobre todo, en aquellos que tienen que ver con las virtudes inherentes a la persona que asume una responsabilidad política. En este ámbito, el entonces profesor de Derecho del Trabajo era un decidido opositor a la dictadura franquista y, como tal, víctima de las consecuencias de la represión propia de ese régimen en el ámbito académico, que le imposibilitaron poder llegar a alcanzar lo que en Justicia le correspondía, esto es, la cátedra. En su vertiente de responsable público en la democracia, Jerónimo es, sin ningún género de dudas, expresión de la quintaesencia de lo que debe ser un político: honradez, carácter no sectario y antidogmático, ideas propias, afabilidad, educación y, sobre todo, formación cultural y capacidad para aprehender y tratar de resolver los conflictos sociales a través del consenso, pero con la firme convicción de que la decisión política debe estar presidida por la independencia de criterio y la consecución del auténtico interés general.

   Por decirlo con palabras propias, aunque con un significado diametralmente opuesto al utilizado por esa fuerza política llamada Podemos, Jerónimo Saavedra es un político de casta o de fuste. Creo no errar al afirmar que su actuación como Presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias, entre las distintas responsabilidades políticas que ha tenido, ha sido irrepetible y que en correspondencia es recordado por amplios sectores de la población como el mejor Presidente que ha tenido Canarias a lo largo de la andadura autonómica. Desgraciadamente, no ha sido la figura del expresidente la que ha sido emulada por otros políticos posteriores, sino más bien todo lo contrario, desvirtuándose así la percepción social de los actores políticos como verdaderos servidores públicos reconocidos por la sociedad.

   Desde su actual responsabilidad como Diputado del Común, Jerónimo Saavedra no sólo ha prestigiado y reforzado una institución venida a menos en los años precedentes, sino que además le ha permitido comprobar de manera personal la indefensión en la que muchas veces se halla el ciudadano frente a la actuación de la Administración, concebida por algunos como mera organización burocrática que responde primordialmente a poderosos intereses particulares o a los propios intereses de la burocracia, y no como lo que debería ser, una organización al servicio exclusivo de los ciudadanos y del interés general. Y ante este tipo de situaciones, el Diputado del Común ha tenido la valentía de denunciar casos concretos de auténtica desidia político-administrativa, como son los relativos a la aplicación de la Ley de Dependencia por parte del Gobierno de Canarias, que son consecuencia del caos organizativo y distribución de competencias entre Gobierno, Cabildos y Ayuntamientos.

   Jerónimo Saavedra ha planteado con total claridad la necesidad ineludible que tenemos, con independencia de credos religiosos e ideologías, de no encerrarnos en nosotros mismos, sino de servir como punto de referencia para la sociedad en diversos ámbitos. La incansable lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad, es la mejor prueba de que el ser humano puede encontrar puntos de encuentro que no sólo estén dirigidos a fortalecer el propio espíritu, sino también, que desplieguen los efectos de ese espíritu en beneficio de todos.

Guillermo Núñez Pérez es Catedrático de Derecho Financiero y Tributario y Asesor Fiscal

También en la web guillermonuñez.com

Un pensamiento en “JERÓNIMO SAAVEDRA

  1. A pesar de que repudio el socialismo como doctrina esencialmente inmoral, coincido con la opinión de que Saavedra ha sido, tal vez, el presidente menos dañino y con toda seguridad el más capacitado técnicamente.
    Sobre la institución del Diputado del Común (al igual que el Defensor del Pueblo), carece de toda efectividad y sería muy beneficioso para el contribuyente su eliminación.

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