RECUPERACIÓN


Por Guillermo Núñez Pérez

  Tengo un buen amigo que está a punto de jubilarse en sus tareas como profesor universitario. Me comentaba que cuando algún colega le decía que a partir de ahora podía dedicar su tiempo a la reflexión y a escribir, él le contestaba que en todo caso su dedicación iba a ser la contraria, es decir, a iniciar un proceso, en lo que le quedara de vida, de alcanzar el estado de ignorancia personal más amplio posible, pues ello revertiría en alcanzar el máximo grado de felicidad. Sin duda, mi amigo, no se estaba refiriendo al hecho de que la ignorancia por sí misma fuera un estado positivo para el ser humano, sino más bien, a que una vez alcanzado cierto grado de sabiduría, la conclusión vital a la que había llegado no era otra que la de adoptar un estado contemplativo ante la realidad, lo que le permitiría, entre otras cosas, disfrutar de la naturaleza sin condiciones y sin atender a supuestas necesidades establecidas por otros seres humanos.

  Tiene lo anterior mucho que ver con la tesis dominante de que nos hallamos en la actualidad en una fase de recuperación de la crisis económica que ha afectado a nuestro país en los últimos años. El Gobierno no se cansa de repetir, avalado por instituciones económicas internacionales, que estamos empezando a salir de la recesión, que las previsiones de aumento de nuestro PIB son cada vez más esperanzadoras, que poco a poco descienden los índices de personas desempleadas, que nuestras exportaciones aumentan… Sí, se trata de una tesis con visos de credibilidad –aunque ya se sabe que creer en los economistas tiene más de fe que de racionalidad–, y además, se supone que bienvenida por todos aquellos que objetivamente se han visto afectados en términos negativos por la crisis, pues para los que se han beneficiado de la misma, la constatación de la mejora no deja de ser un dato más a tomar en consideración a efectos de recalcular sus cuentas de resultados.

  Sin embargo, en tanto la recuperación para mi amigo es reiniciar un proceso hacia atrás para volver al estado de naturaleza perdido, la recuperación para los poderes políticos, económicos y empresariales se centra en volver a lo mismo una vez controlados los excesos que dieron lugar a la crisis. Se trata, por tanto, de una recuperación a plazo, toda vez que la misma no garantiza que en el futuro vuelva a producirse una nueva crisis. Son las consecuencias del capitalismo, sobre todo en su vertiente financiera, y si ayer fue la explosión de la burbuja inmobiliaria, mañana será la explosión de otra burbuja cualquiera generada por ese afán irrefrenable de algunos humanos por la avaricia.

  Entre una y otra recuperación, no tengo la menor duda de cuál es la más beneficiosa en términos existenciales. Dejar atrás la “necesidad” de poseer, en terminología impositiva, un vehículo de tracción mecánica, un móvil de última generación, una “caja tonta” de plasma supergigante, un facebook, un twitter o cualquier otra martingala similar, una alimentación industrializada y cuyos componentes dañinos ingerimos a diario, un estatus social referenciado exclusivamente sobre la base del dinero y tantas otras supuestas necesidades estúpidas, es una auténtica liberación del cuerpo y, sobre todo, del espíritu. Claro, se dirá, pero esto supondría el colapso del sistema, pues si no hay producción y consumo no hay vida. Es posible que ello sea así, pero me entusiasma pensar que al menos en términos individuales podré hacer algún día lo mismo que mi amigo, pues estoy seguro que el sistema no se resentirá y todos seguirán siendo, como ahora que llega la recuperación, felices.

Guillermo Núñez Pérez es Catedrático de Derecho Financiero y Tributario y Asesor Fiscal

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