¿PERO ES ESTO EL REFC?


Por Guillermo Núñez Pérez

  Si fuera empresario y desarrollara mi actividad económica en Canarias, es posible que una de mis preocupaciones centrales en estos momentos fuera la de estar pendiente de las negociaciones con la Comisión Europea en orden a determinar si los actuales incentivos fiscales previstos para el desarrollo de las actividades económicas van o no a mantenerse, ampliarse o modificarse (la hipótesis de su supresión es prácticamente impensable). Pero también, podría suceder que mi preocupación como empresario se extendiera además a la gravedad que supone encontrarnos con unas cifras de paro en las islas que resultan, cuanto menos, alarmantes (33%), y que según señalan voces autorizadas como la del catedrático de Economía Aplicada de la ULL Rivero Ceballos, no van a descender hasta los niveles previos a la crisis (10%) hasta los años 2024 o 2026. En términos comparativos, baste con señalar que en una sociedad como la norteamericana, ahora mismo, plantearse la posibilidad de una tasa de paro del 10% sería una auténtica catástrofe nacional que con todo seguridad supondría un revulsivo de tal calibre en términos políticos, sociales y económicos que conllevaría a adoptar, sin ningún tipo de excusa o subterfugio, las medidas necesarias para solventar con carácter prioritario semejante realidad. Sin embargo, aquí y, a pesar de la dura realidad del paro, nuestras autoridades autonómicas optan por exigir al Estado mayores transferencias de fondos para “crear” empleo ficticio o, al menos, temporal y políticamente rentable en el corte plazo, reivindicar el cierre de fronteras para que el nuevo empleo sea para los parados locales, o rechazar por razones electorales que se lleven a cabo prospecciones para determinar si cerca de las costas canarias hay o no petróleo. Puro despropósito o puro surrealismo de la peor calidad.

  Pero si fuera empresario, es posible igualmente que me planteara con carácter retrospectivo qué hemos hecho los empresarios para merecernos lo que hoy tenemos. Y la respuesta bien podría ser ésta: pues ganar dinero, lo cual no está mal del todo, pues el ánimo de obtención de ganancias es el motor determinante de la actividad empresarial, aunque estaremos de acuerdo en que limitarse a ello, máxime en una coyuntura ya pasada en que floreció abundantemente el negocio inmobiliario, es tanto como privar a la sociedad de un activo (y el ánimo empresarial, lo es) que resulta fundamental para la supervivencia de la propia sociedad, pero que exige por sí mismo el paralelo convencimiento y voluntad de revertir en ésta una parte de los beneficios obtenidos, ya sea coactivamente mediante el pago de impuestos, ya voluntariamente mediante la actividad de mecenazgo o de inversión productiva que garantice la viabilidad de la propia empresa y la creación y mantenimiento del empleo. Parece constatable que en Canarias, la actividad de mecenazgo de los empresarios es mínima o casi nula, y en cuanto a la actividad de inversión, que ha estado sustancialmente favorecida por incentivos fiscales, resultando indudable que la misma se ha traducido en la capitalización de muchas empresas, ello no se ha traducido siempre en un fortalecimiento de nuestro sistema productivo que garantizara la creación de empleo estable.

  Así que a lo mejor habría que empezar no por cuestionar a los empresarios en exclusiva, sino también a nuestras representantes políticos, y por qué no, a nosotros mismos como ciudadanos-contribuyentes que habitamos este archipiélago calificado extrañamente por la Unión Europea como Región ultraperiférica.

  Desde la ultraperiferia me atrevo a señalar que entre todos hemos contribuido a identificar erróneamente el Régimen Económico y Fiscal de Canarias como una especie de “Bálsamo de Fierabrás” capaz de curar nuestros males económicos y fiscales. Y la verdad es otra bien distinta. El REF, por muy objetivos que sean los condicionantes que rodean la vida en un archipiélago relativamente alejado del territorio continental europeo, no es más que un instrumento que permite articular medidas de distinto signo y contenido que sirvan para hacer frente a tales condicionantes. Es verdad, sin embargo, que el REF es algo más, y ese plus viene conformado por la conciencia colectiva de que Canarias precisa de un trato especial o singular en los ámbitos político-institucionales, económicos y fiscales. Frente al Poder del Estado, o al Poder de las Instituciones europeas, el REF se conforma como expresión reivindicativa de que el principio de igualdad no se identifica en caso alguno con el principio de uniformidad, máxime cuando el trato diferenciado reclamado responde a razones de estricta justicia y solidaridad.

 Pero dicho lo anterior, habrá que acostumbrarse a que el análisis de nuestra realidad traspase el peldaño del victimismo y escale ese otro peldaño, mucho más interesante y fructífero, en el que una vez reconocidas las “desventajas”, empecemos por creer en nuestras auténticas potencialidades y pongamos manos a la obra en su desarrollo con seriedad, rigor y objetivos claros. Afirmar que nuestros jóvenes con formación universitaria están en mejor posición para encontrar trabajo en una situación en la que el paro juvenil está desbocado, está muy bien, pero ello no nos exime de analizar por qué nuestro sistema educativo en los niveles de enseñanza obligatoria no está generando los resultados que debiera generar, o por qué nuestras universidades figuran en los últimos lugares en cuanto a producción científica en el ámbito nacional e internacional. Afirmar que es preciso potenciar la innovación y las tareas de investigación y desarrollo, puede quedarse simplemente en eso si por lo que se opta es por crear más organismos públicos como el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), que si por algo se caracteriza es por ser expresión de la regresión y no de la innovación. Con una plantilla de más de ciento sesenta y cinco personas, sus resultados se cuantifican en una deuda de treinta y tres millones de euros, más de seis millones anuales en gastos de personal y prácticamente nulos resultados en creación de patentes y otros productos derivados de la propiedad intelectual.

  Parece evidente que el REF tiene mucho que ver con lo que queramos ser y poco con lo que somos o, al menos, con los resultados que hasta ahora hemos alcanzado. De lo que se trata en definitiva con el REF es que sus medidas sirvan, como mínimo, para que acontezca en Canarias el inicio de un cambio real que nos permita a todos vivir mejor y con mejores perspectivas de futuro, que no es poco.

 

Guillermo Núñez Pérez

Catedrático de Derecho Financiero y Tributario. Asesor Fiscal.

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