PETRÓLEO, SÍ


Por Guillermo Núñez Pérez

  Decir de alguien que es “un poco rarito”, es algo que siempre me ha sonado bien. Denota, normalmente, que el sujeto piensa y actúa por sí mismo, lo cual, en este estado de manipulación permanente de las conciencias en el que nos hallamos, es no sólo un consuelo, sino también, una garantía de que el pensamiento y la actuación libre consiguiente, siendo excepcional, es sin embargo expresión de la única libertad real que existe, que no es otra que la atinente al ser humano individualmente considerado.

  Es verdad que lo de la calificación de “un poco rarito” no deja de ser una calificación benevolente, al menos en un primer estadio, pues sirve como pretexto que utiliza la mayoría para justificar su proceder y aislar al discrepante. Si a la mayoría le gusta el fútbol y al individuo no, no puede ser por otra causa que por ser el mismo un “poco rarito”. Es más, al “rarito” se le deja casi por irrecuperable, pues la mayoría llegará a la conclusión de no entender cómo es posible que exista alguien que no disfrute con el deporte rey. Esto mismo será de aplicación en otras muchas facetas de la vida diaria, y el “rarito” pasará a ser en una segunda fase un inadaptado. Existe la prueba empírica procedente: si usted es funcionario y se toma en serio su trabajo, es decir, se vuelca con toda su capacidad en tratar muy bien al ciudadano que demanda sus servicios, agiliza al máximo los trámites burocráticos, es productivo, se estudia a fondo los temas y busca la mejor solución posible sobre la base de criterios de eficacia y eficiencia, lo tiene claro…pasará usted a ocupar no ya la categoría de inadaptado, sino una mucho más sabrosa y terrible, será usted objeto –nunca mejor dicho–, con toda seguridad, de mobbing. Su rareza e inadaptabilidad serán duramente condenadas “a lo bajini” por sus propios colegas de trabajo sin que en este caso medie siquiera a su favor la llamada presunción de inocencia. En definitiva, será usted un auténtico monstruo al que hay que destruir como sea.

  Precisamente por lo dicho, no puede a estas alturas sorprendernos que en la política los “raritos” sean una excepción. El vulgo demandará que los políticos no mientan cuando hacen declaraciones públicas, o que actúen con criterio propio a la hora de tomar decisiones que afecten al común, o que discrepen de la mayoría de su partido a la hora de votar en el Congreso de los Diputados o en el Pleno del Ayuntamiento. Vamos, todo un auténtico farfullo, pues en realidad, el llamado “pueblo” pretende ver reflejado en sus representantes lo que el pueblo en ningún caso es, es decir, un conjunto de personas que actúa con espíritu crítico, con libertad, que asume con todas las consecuencias sus decisiones, que se siente de verdad libre. ¿Si no se participa en términos individuales de las características del “rarito”, cómo pretender que sean otros, por nosotros, los “raritos”? El que goza de la condición de “rarito” en política es siempre una excepción, y pretender lo contrario es tanto como reconocer que nos regimos en esta sociedad por el principio de la más brutal hipocresía.

  Sirva lo anterior para poner en contexto el sorprendente debate (¿?) que hay en la actualidad en Canarias sobre el tema del petróleo. Que el PP defienda “prietas las filas” el sí al petróleo en Canarias, y que sobre idénticos fundamentos, diga no al petróleo en Baleares, no es una muestra de libertad, sino más exactamente, de patente incoherencia. Son las cosas explicables de la política y de los políticos. De momento, que yo sepa, no ha surgido en Canarias un “rarito” del PP que se atreva a discrepar de lo ordenado por el Jefe de filas. Y es una pena, porque particularmente me reconfortaría comprobar que hay algún “rarito” en ese partido político, aunque para ser exactos, confieso que siempre he tenido fundadas esperanzas en el diputado regional Miguel Cabrera Pérez-Camacho. En cuanto al otro contendiente en el “debate”, Coalición Canaria, es de sobra conocido que de “raritos” no tienen nada, aunque su propia existencia y actuaciones múltiples tengan más que ver con el mundo extraterrestre que con el propio de la vida cotidiana. En la hipótesis de un Estado canario independiente, no me imagino al Presidente de la República canaria (¿llegará a serlo, a pesar de El Día, Paulino Rivero?) rechazando la posibilidad de poder contar con el petróleo como recurso energético y fuente de riqueza para todos los canarios. En cuanto al PSC, mejor no hablar, pues parece se hallan hundidos (NS/NC) a una cota aún mayor que aquella otra en la que podría encontrarse el petróleo.

  Afirmar que no se quiere el petróleo porque no queremos que Canarias sea como Nigeria, Guinea, México, Argentina o Venezuela, es no sólo una boutade, sino algo mucho más grave: es una desfachatez impropia de un responsable político y signo de falta de respeto a todos aquellos otros ciudadanos (“raritos” o no) que vivimos en Canarias (por cierto, muchos de ellos venezolanos) y estamos convencidos de que contar con ese recurso sería una auténtica bendición para Canarias y para España.

  Si de verdad el Gobierno canario se planteara con rigor y seriedad el tema de la posibilidad de encontrar petróleo cerca de las costas del Archipiélago, estaría ahora mismo “en la faena” de alcanzar un acuerdo con el Gobierno de la Nación en el sentido de lograr compensaciones ante la eventualidad de que efectivamente se encontrara ese recurso natural. Deberían de aprender de un país como Noruega (séptimo productor mundial), no sólo por ser un modelo en cuanto al respeto y protección del medio ambiente, sino también, porque según la legislación de dicho país, todos los ingresos obtenidos por el Estado provenientes del petróleo, derechos de explotación e impuestos, se afectan a un fondo soberano (plan de ahorro en beneficio de todos los ciudadanos gestionado por su Banco Central), cuyas inversiones en el resto del mundo se traducen en una sólida garantía para cuando las reservas de petróleo desaparezcan.

  Ahora que se está renegociando el REFC con el Estado y la Comisión Europea, no estaría de más que nuestras autoridades autonómicas empezaran a pensar más en los intereses de sus ciudadanos, que en los suyos propios.

 

Guillermo Núñez Pérez

Catedrático de Derecho Financiero y Tributario. Asesor Fiscal