MÁS DE LO MISMO


Por Guillermo Núñez Pérez

  Confieso que nunca deposité ningún tipo de esperanzas en un cambio a mejor en el ámbito político con el ascenso electoral de esa nueva fuerza llamada Podemos. No dudo que la irrupción de la misma, así como la de Ciudadanos, ha supuesto un cierto revulsivo en la actuación política de los mastodontes protagonistas hasta el presente en el ámbito político, es decir, el PSOE, el PP y los partidos nacionalistas, obligándoles a adoptar ciertos cambios ante el temor de la llegada del lobo. Sin embargo, el auténtico cambio aún no ha llegado a nuestro país, pues el mismo tiene a mi juicio mucho más que ver con las conciencias y mentalidades de cada uno de nosotros, que con la operación cosmética que por ejemplo supone que los candidatos a ocupar un cargo público se elijan a través de elecciones primarias en el seno de cada partido político.

  El problema de fondo radica siempre, y para todos los casos, no tanto en el sistema o procedimiento de selección en sí de los candidatos (a políticos, a jueces, a profesores de universidad, etc.), como en la interiorización de una serie de valores irrenunciables por parte de aquellos que aplican los procedimientos de selección o han de tomar decisiones por sí mismos a partir de su selección. En España somos propensos a regular mediante normas escritas una ingente pluralidad de procedimientos que se articulan para la consecución de determinadas finalidades. Pero una cosa es regular y otra bien distinta es cumplir en todos sus términos, no sólo la aplicación de dichos procedimientos, sino sobre todo, respetando el espíritu y la finalidad que se trata de perseguir mediante la implementación de los mismos.

  Hablamos en exceso de cuáles deben ser los procedimientos más idóneos para seleccionar a nuestros representantes políticos, y muy poco de aquellos otros procedimientos dirigidos a seleccionar a nuestros jueces, profesores de universidad, abogados del Estado, notarios, registradores, inspectores de hacienda, interventores… En particular, me siento plenamente capacitado para opinar sobre la selección del profesorado universitario funcionario (catedráticos y titulares), puesto que no sólo he pasado las pertinentes pruebas de selección, sino también, porque he participado luego como miembro de los tribunales o comisiones de selección de mis propios compañeros universitarios.

  En este último ámbito, siempre me ha llamado poderosamente la atención la presencia de los llamados profesores “hueso”. Por regla general, su dureza a la hora de evaluar los conocimientos de sus alumnos se presenta como clara manifestación de objetividad, y nunca como arbitrariedad. Sin embargo, mi experiencia me dice que muchos de estos ejemplares docentes son auténticos subordinados a la obediencia de sus protectores/maestros, y que han alcanzado su estatus funcionarial no tanto por sus méritos profesionales, como por su acendrado espíritu de subordinación a sus respectivos maestros. En otras palabras, si los mismos han alcanzado la cátedra gracias a sus maestros y no por sus propios méritos, no parece de recibo que luego apliquen el criterio de la objetividad a la hora de evaluar a sus propios alumnos, máxime, si se tiene en cuenta que la objetividad nunca está presente en su actuación cuando los mismos forman parte de tribunales o comisiones que han de seleccionar a otros profesores. En este último caso, y para este tipo de ejemplares, lo normal es que los mismos pregunten a su protector, antes de emitir su voto, a quién hay que votar, o bien, que directamente reciban la correspondiente orden de voto con anterioridad a la celebración misma del proceso selectivo. Como en una ocasión me dijo una representante de esta singular forma de actuación, es inconcebible que en este “mercadeo” se pueda actuar con criterio propio e independiente, pues somos parte de una Escuela de pensamiento (¿?) y también le debemos a nuestros respectivos protectores/maestros nuestra propia condición funcionarial. Sin comentarios…

  Si mis ojos llegaran a ver algún día que los jóvenes profesores universitarios que conforman la dirigencia de Podemos denunciaran públicamente este tipo de corruptelas claramente prevaricadoras, estaría dispuesto a creer –al menos un poquito– en sus mensajes de cambio. Mientras tanto, la vida sigue igual…

Guillermo Núñez Pérez es Catedrático de Derecho Financiero y Tributario y Asesor Fiscal

También en la web guillermonuñez.com

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