MANIPULACIÓN


Por Guillermo Núñez Pérez

  Ante cualquier actuación manipuladora podemos decir que siempre se encuentra presente una dosis de engaño, factor éste que puede estar presente en grado alto, medio o bajo. Es cierto que en función de cuál sea la intensidad del engaño y, sobre todo, del contexto en el que el mismo opera, la actuación manipuladora, siendo siempre condenable por principio, puede sin embargo ser más o menos aceptada y hasta justificada socialmente. Afirmar en términos publicitarios que el refresco que vendemos “elimina todos nuestros males…de estómago” y nos conduce a la “digestión feliz”, es no sólo una auténtica exageración publicitaria, sino una afirmación falaz que, sin embargo, no provoca una reacción social de condena, sino más bien, de cierta simpatía ante semejante patraña. La cuestión pasa a ser un poco más grave con ocasión de los mensajes que nos dedican a los potenciales electores los políticos en las correspondientes campañas electorales. Eso de afirmar y prometer que si se ganan las elecciones se bajarán los impuestos y luego no cumplirlo, tal y como ha hecho el PP, no es consecuencia en este caso de un obstáculo objetivo imprevisto que impide el cumplimiento de la promesa, sino que más bien, ya se sabía a ciencia cierta que dicha bajada era totalmente imposible de implementar en caso de ganar, como así ocurrió, las elecciones generales. En este último caso, está claro que socialmente la manipulación causa mayor rebelión, puesto que a los que votaron al PP sobre la base de la prometida bajada de impuestos, se les queda “carita” de haber sido objeto de una tomadura de pelo. Lo que ya no causa indignación alguna, sino auténtico ataque de risa, es aquella afirmación de antaño (primeros años del sistema democrático) de que “Hacienda somos todos”, que hoy se formularía en su estúpida versión de “todos y todas”.

  La cuestión cambia radicalmente cuando el objetivo o finalidad de la actuación manipuladora se centra en lograr que el destinatario de la mentira asuma la misma como auténtica y única verdad. Aquí de lo que se trata es de combinar hábilmente los hechos, las ideas y los prejuicios en un contexto determinado, a fin de alcanzar se realicen los propios intereses de quien así actúa. En definitiva, el objetivo no es otro que lograr que nuestra mentira, arteramente construida para presentarla como única verdad, sea asumida por aquel o aquellos que tienen que adoptar la última decisión sobre lo que es verdad y lo que es mentira.

  El campo propicio para que opere la manipulación en el sentido anteriormente señalado, no es otro que el correspondiente al ámbito judicial, máxime, cuando se cuentan por centeneras los casos de presuntos comportamientos delictivos que terminan en los Tribunales de Justicia y que acontecen en el seno de la actuación de los representantes políticos de la ciudadanía. Si socialmente ha calado la idea que “todos los políticos son unos chorizos”, es de imaginar que esta opinión influye o puede influir en la mente de Jueces y Fiscales que asumen la investigación, persecución y condena de tales actos. Y no se trata de calificar a Jueces y Fiscales como personas sin formación y capacidad para discernir entre verdad y mentira, sino más exactamente, de lo que se trata es de afirmar que ni siquiera ellos escapan al riesgo y a la eventualidad de ser objeto de manipulación por aquellos que practican regularmente con tales técnicas.

  Cada vez con mayor frecuencia puede comprobarse cómo el resultado de una denuncia o querella presentada contra un político o expolítico, suele terminar en que la misma sea asumida en todos sus términos por la Fiscalía. Diríase que el contexto social de clara aversión a los políticos, se traduce normalmente en que aquellos que hacen política casi exclusivamente presentado denuncias y querellas, vean colmados sus objetivos políticos mediante la asunción por la Fiscalía de sus “verdades”, aunque en muchas ocasiones esas “verdades” no sean tales, sino más bien, el producto genuino de una manipulación perfectamente calculada y también perfectamente expuesta.

  En la época de José Stalin y de su sanguinaria dictadura del proletariado, una parte de la humanidad alcanzó el máximo grado hasta entonces visto de lo que las técnicas de la manipulación podían conseguir. Como siempre, los que peor lo pasaron, pues pagaron con su vida, fueron las miles de personas que resultaron acusadas de ser “enemigos del pueblo” de la noche a la mañana. No puede decirse que hoy vivamos en España una situación similar, pero sí que puede afirmarse que existen muchos estalinistas sueltos capaces de construir “verdades” sobre las más viles mentiras, con la única finalidad de destruir a sus enemigos políticos, aunque ello sea a costa de quebrantar lo más esencial de todo: la justicia, la verdad y la libertad.

  Sin duda, en el ámbito jurídico y, particularmente, en el ámbito de actuación de jueces y fiscales, existiendo personas fácilmente influenciables por los profesionales de la manipulación, es igualmente cierto que otros no lo son, y en muchas ocasiones depende de los mismos, de su criterio independiente y de cualquiera que sea el contexto en el que dicho criterio ha de operar, que finalmente triunfe la verdad y la justicia.

Guillermo Núñez Pérez

Catedrático de Derecho Financiero y Tributario. Asesor Fiscal